lunes, agosto 28, 2017

¿UN PARO POLITICO? SÍ ES POLÍTICO ¿Y QUÉ...?

Escrito: julio 7, 2008
¡Refrescando la memoria, a propósito de la coyuntura especial configurada hoy, 2017, por la huelga nacional del magisterio peruano!!

Por Sociólogo: Avelino Zamora Lingán

Desde que tengo uso de razón he escuchado a representantes de los diferentes regímenes de turno calificar a los paros y protestas sociales de: “paro político”, “protesta política”, “huelga política”, etc., etc. Asimismo, otro de los argumentos vertidos por tales actores sociales es afirmar que, detrás de los paros y protestas sociales están: “los comunistas”, “los izquierdistas”, “los rojos”, “los violentistas”, “los revoltosos”, “los ultras”, “ los agitadores”, “Los cuatro gatos”, “Patria Roja”, etc., etc.; calificativos muy utilizados por los gobernantes de turno, con el  objetivo de debilitar, dividir, desprestigiar y quebrar a los justos, legítimos y legales movimientos sociales que realiza el pueblo, cuando siente que sus derechos son atropellados, vulnerados y la crisis económica lo lanza al hambre, al desempleo y a la miseria. En cambio no he escuchado que un Presidente de la República, Ministro o Congresista del oficialismo o político de derecha hayan reconocido a un paro o protesta social como justo, legal y legítimo, en todo caso, eso sería muy raro. Peor aún no me imagino a un gran empresario, de esos que pertenecen a los grupos de poder económico, reconocer la legalidad y legitimidad de los paros y protestas sociales del pueblo.
¿Pero, qué se le puede exigir a estos sectores, que constituyen generalmente la clase política de derecha o la clase  dominante? Desde mi perspectiva, NADA. Su doctrina política, su ideología y su interés por seguir siendo, precisamente “la eterna clase dominante” y seguir conservando sus “sagrados” intereses económicos, les impide reconocer la legalidad y, sobre todo, la legitimidad de las luchas del pueblo. No seamos ingenuos o mejor dicho: ¡sindicalistas no sean ingenuos!, la clase dominante, jamás va a declarar legal o legitimo a un paro o una protesta social. Digo, “no sean ingenuos”, porque la mayor parte de líderes sindicales y políticos de izquierda, todavía confían, en los políticos de derecha y creen que éstos alguna vez van a declarar “legal” y “legítima” a una huelga o a la libre sindicalización, aunque estos mecanismos estén reconocidos constitucionalmente. Asimismo, ese exceso de confianza, por parte de los sectores populares y laborales, también les impulsa a “exigir y “reclamar” que “cumplan con sus promesas que ofrecieron en campañas electorales”; sin darse cuenta que los políticos de derecha generalmente hacen tales promesas sólo para captar votos, para debilitar al probable opositor, a aquel que puede afectar sus intereses y para confundir y dividir al pueblo. 
Lo grave del asunto es que a partir de la calificación o adjetivación de los grupos de poder hacia los  movimientos sociales, se genera un ambiente de miedo, temor que empujan a que los dirigentes sindicales y gremiales  se despoliticen y en consecuencia, influidos por esa despolitización, velan o se preocupan, junto con la clase dominante, porque los paros y las protestas sociales, en realidad, “no tengan tinte político”; es decir, han caído en la trampa de dicha clase, a quién precisamente le interesa y conviene que los paros y protestas sociales se despercudan o despojen de tal característica y que los líderes, sindicales y gremiales, se despoliticen y el pueblo en general, no se eduque políticamente ni tampoco se interese por la política. Esto explica, el porqué, cuando cualquier dirigente sindical o gremial, es abordado por la prensa escrita, hablada o televisiva, que también, en su mayoría,  responde a los intereses de los grupos de poder, detrás de una falsa neutralidad, objetividad e imparcialidad, etc., pregunta ¿El paro es político? ¿La huelga es política? “Noooo”, responden, con énfasis los sindicalistas, “nos cuidamos que los políticos, los violentistas no se infiltren en nuestro paro”, “nuestro paro sólo es reivindicativo”, “sólo pedimos aumento de nuestros sueldos y salarios”, “luchamos por un sol más”, “queremos que nuestro Presidente cumpla sus promesas”, “el paro es cívico”, “pacifico”, etc., etc. “A ya, muy bien”,  “cuidado que el paro sea político, los paros y las huelgas no deben ser políticos”, afirman amenazantes los “ventrílocuos” y generadores de opinión pública. “Protesten, todo lo que quieran y el tiempo que quieran, pero pacíficamente”, concluyen tales agentes mediáticos.   
Si en realidad, la gran mayoría de dirigentes sindicales y gremiales tuvieran una sólida  formación y posición política e ideológica de clase, obviamente de aquella que asume o encarna los intereses del pueblo, respondenrían, a los generadores de opinión pública o a cualquier otro agente social, contrario a las protestas del pueblo, así:
“SI, EL PARO ES POLÍTICO” ¿Y QUÉ? ¿Acaso, las causas o las razones por la que realizamos el paro o las protestas sociales no provienen de voluntades políticas? ¿La aplicación a ultranza del modelo económico neoliberal no responde a la  voluntad política de la derecha y los grupos económicos?, ¿acaso no es cierto que el desempleo, los despidos masivos, los bajos salarios y sueldos no responden a voluntades e ideologías y políticas neoliberales? ¿El saqueo de los recursos naturales, la contaminación ambiental, las migajas que las transnacionales dejan por los recursos naturales no son producto de la  voluntad política de los regímenes de turno?, ¿el pago puntual de la deuda externa, quitando el pan a millones de seres humanos, no responde a una determinada política e ideología de los grupos de poder, hijos del neoliberalismo? Entonces, ¿por qué nuestro paro no puede ser político, o tener tinte político? Si observamos que la doctrina política e ideológica, con la cual se opera en los diversos sectores del Estado, hace más pobres a los pobres y más ricos a los ricos, ¿Por qué el pueblo no puede ejercer un pensamiento político, opuesto o una ideología opuesta, cuyo fin sea la el desarrollo social, soberano, justo y equitativo de nuestro país? ¿Acaso la clase dominante y los grupos de poder económico son los únicos privilegiados para monopolizar la política y al pueblo se le tiene que despojar del pensamiento político?, ¿Acaso no es cierto que “vivimos en democracia” y que, por ello, se respetan los diversos credos políticos e ideológicos? ¿Acaso no hubo un gran filosofo griego que dijo que el Hombre (en general) “es un animal político por naturaleza” y que si es despojado de lo político queda incompleto, es de decir como “animal…”? No dijo que sólo ciertos Hombres son políticos, mientras que otros son “animales”.    
La debilidad de los paros, huelgas y, en general, de cualquier protesta social, tiene  su raíz precisamente en la despolitización de los dirigentes y del pueblo. Cuando un pueblo  está despolitizado muestra actitudes de indiferencia hacia los paros y las huelgas o a cualquier otro tipo de protesta social, y, lo peor, que la propia clase trabajadora no tiene conciencia de lucha y como tal demuestra falta de solidaridad, de sensibilidad y de espíritu de unidad. Esto es aprovechado por los grupos de poder y sus instrumentos mediáticos para emprender sendas campañas de desprestigio a las protestas sociales, expresadas en diversas formas que van desde acostumbrados sondeos de opinión pública, con preguntas como éstas ¿está de acuerdo con el paro?, ¿Cómo le afecta el paro?, ¿Cree usted que es justo? Obviamente, las respuestas son “no estoy de acuerdo”, “que hagan su protesta pero que no afecten a los demás”, “los niños y los ancianos son los más afectados”, “los que menos tienen se afectan más con las huelgas y los paros, etc. etc. Así la despolitización en lugar de unir divide, desintegra, crea indiferencia y más aún genera conflicto entre sectores sociales del mismo pueblo.
Esta debilidad lo conocen muy bien los regímenes de turno, grupos de poder económico y la clase dominante, de allí que ante cualquier protesta, paro o huelga, sea local, regional o nacional, rápidamente acuden a los elementos represivos para que sofoquen,   controlen y apaguen el “incendio social”, logrando la mayoría de veces, de manera  exitosa, su objetivo. Por ejemplo: La soberbia y seguridad de Alan García, Jorge del Castillo, entre otros del oficialismo, respecto a que “el paro del día 9 será un rotundo fracaso” no es casual. Cuando los periodistas le preguntan al Presidente, aludiendo al paro, ¿qué pasará después del día 9? Él cínica y sarcásticamente, al igual que Montesinos en el tribunal, frente a Fujimori, responde: “Después del  9 viene el 10”. Esta soberbia y seguridad se funda en los antecedentes históricos y en el pleno conocimiento de la despolitización del pueblo, de los sindicatos y de los gremios, que por lo general han mostrado una fuerte debilidad y falta de contundencia en las protestas sociales, especialmente en estos últimos tiempos. Por otro lado, la CGTP y otros sindicatos, de tendencia política izquierdista, han devenido excesivamente en conciliadores y negociadores con la patronal, muy parecidos a la CTP aprista, lo cual ha generado desconfianza tanto en sus propios agremiados como en el pueblo en general. Y, esta desconfianza en los dirigentes, debilita cualquier convocatoria que realice. La consecuencia es que muchas veces los paros y huelgas no son acatadas de forma masiva, menos con contundencia. Y, un paro o huelga en estas condiciones, sólo sirve para hacer el ridículo o para que los gobernantes se burlen y se sientan más motivados para aplicar sus políticas anti-populares.                                              
Por último, las luchas del pueblo no deben quedarse estancadas en el aspecto económico, pecando de economicismo; para que sean contundentes, impactantes y masivas, deben, como lo sostuvieron los teóricos de la clase obrera, estar impregnadas, además, del aspecto económico, de tinte político y tinte  ideológico. Sólo así, una lucha social dejará de ser la burla de los gobernantes y de los grupos de poder económico. Sólo así, las luchas populares encarnarán los intereses de las grandes mayorías y no sólo de los sindicatos o gremios, también del pueblo en general. Porque, además, en tiempos de globalización y de neoliberalismo, la gran mayoría del pueblo no es sindicalizado ni agremiado, ya sea por estar desempleado o por la propia política laboral existente; por lo tanto, cuando tales luchas son llevadas de una manera despolitizada, desideologizada y desclasada, no tiene el apoyo del pueblo porque éste no se siente representado ni se ha tomado en cuenta sus intereses.
 ES TIEMPO DE SUPERAR EL ECONOMICISMO Y LABORALISMO.


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