jueves, marzo 30, 2017

PERÚ: UN PAÍS DONDE LA CARIDAD ES RENTABLE



Por Sociólogo Avelino Zamora Lingán
“Hay cae, cae la lluvia; viene, viene el sufrimiento; pero si la lluvia pasa, cuando pasa el sufrimiento, cuando viene la esperanza”. Fragmento de la canción contestataria “Techos de Cartón” del Cantautor Alí Primera. 

La caridad, esa acción noble, practicada desde que los sistemas sociales empezaron a “fabricar” mendigos, especialmente el capitalismo salvaje, como si se tratara de fabricar cualquier otro objeto industrial, con la diferencia de que en este último caso los productos son convertidos en mercancías, una vez que son destinados al mercado; mientras que en el primer caso, se trata de seres humanos convertidos en mendigos, que luego son receptores de la caridad, aunque, en líneas generales, en el contexto capitalista, el hombre mismo ha sido, también, convertido en mercancía. La caridad, en el contexto capitalista se practica para quedar bien con el alma o la conciencia. Una acción caritativa de pronto tiene dos beneficiarios: el que recibe la caridad en la medida que va satisfacer una necesidad orgánica, como el hambre, el frio, la sed; y, el otro beneficiario, es el que otorga la caridad, quien al otorgar caridad está convencido de limpiar su alma de todo egoísmo y maldad, incluso de la explotación que hace al obrero, para el caso de los empresarios, asegurándose, con ello, un lugar en el cielo. Es por ello que la caridad es practicada en el mundo cristiano, por quienes aseguran seguir las enseñanzas de Cristo, y por las instituciones cristianas como iglesias, conventos, seminarios, empresas, gobiernos, etc. El principio bíblico, asumido por los cristianos, por el cual se rigen los “caritativos”, es “amar a dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos”. Precisamente, este principio es el que les impulsa a realizar la llamada “caridad cristiana”, que se remonta a la época de los romanos. Aquí, en esta práctica y Estados neoliberales son aliados.
Pero, desde la perspectiva política la caridad se convierte en un instrumento económico-político, sobre en el contexto neoliberal, sistema que reduce la existencia del ser humano a la acumulación de capital y que al Estado lo convierte en mero guachimán o gendarme de los intereses económicos privados y en recaudador de impuestos de las grandes mayorías. Los privilegiados son las grandes empresas transnacionales y algunos grandes grupos de poder económico locales o criollos, con exoneraciones de tales impuestos, que no es gratis, porque detrás de ello existe corrupción, coimas o las famosas aceitadas de mano. Pero, no quiero salirme del tema. La caridad como instrumento económico, en la medida que a los gobiernos neoliberales, les resulta más rentable otorgar caridad (botellitas de agua mineral, kg. de azúcar, arroz, ropa usada, pan, frazadas baratas, etc., etc.), que además, ni siquiera es dinero, salido de las arcas estatales sino de las donaciones populares; que invertir en mega proyectos de desarrollo, de defensas ribereñas, de encausamientos de ríos y quebradas, de forestación, etc. Obviamente, mega proyectos de esta naturaleza demandan de grandes inversiones monetarias, que solucionarían los problemas de huaycos y desbordes de manera considerable, pero como se trata de proyectos sociales, es decir de proyectos que benefician a los más pobres, a los agricultores, en general a la población marginada urbano-rural, para los neoliberales, con “mentalidad de banqueros”, como dice Correa, el Presidente ecuatoriano, no son rentables y al no ser rentables, no les interesa. Desde esta perspectiva, “más rentable es” otorgar limosnas o caridad, utilizando, para ello al propio sector popular no afectado. ¡Pobres ayudan a pobres, el Estado evade su responsabilidad, pero, en cambio, se lava la cara, presentándose como estado caritativo!!
Otra ventaja económica para los neoliberales, es que los desastres son muy bien utilizados para obtener ganancias. El truco consiste en la llamada reconstrucción del espacio o lugar destruido. Pues aquí entran a tallar los bancos, las financieras o cajas, otorgando sus famosos créditos con intereses usureros, para la reconstrucción, especialmente de viviendas, vías de comunicación (carreteras, trochas, puentes, etc.), eso si, bajo diversas modalidades que les permita obtener grandes ganancias. La banca, sea chica o sea grande; privada o estatal nunca pierde, tampoco dona un dólar o un sol, sin antes asegurar que ese dólar o ese sol invertido retorne multiplicado por 5; 10; 15; o 20. Por ello es que, para el Estado neoliberal, de capitalismo salvaje, como en el que nos encontramos inmersos, la caridad puede ser rentable. Ojo: no digo que sea rentable para los ciudadanos o ciudadanas de buena fe que muchas veces donan lo que ya no usan en casa o dejando de comer, lo digo por el Estado y sus gobernantes, quienes teniendo la capacidad de decisión y el dinero del pueblo contribuyente, no retorna ese mismo dinero en obras o proyectos que le aseguren bienestar y calidad de vida, evitándole impactos desastrosos de los huaycos y desbordes.
Otro beneficio económico para el Estado neoliberal de los desastres es que éstos son utilizados para la práctica de la corrupción, es decir, para que muchos funcionarios públicos de alto y bajo nivel se enriquezcan, ya sea apropiándose de las donaciones, como fue en el caso de la ONG APENCAY, de la familia Fujimori, quien se apropió de las donaciones de ropa proveniente de Japón; FORSUR en el caso del gobierno aprista, cuando sus funcionarios se apropiaron de los fondos, destinados a la reconstrucción de la Región Ica, afectada, en ese entonces, por el terremoto, entre potros muchísimos casos más. Con estos antecedentes, qué duda cabe, que hoy, cuántos altos funcionarios apristas, toledistas, fujimoristas, pecausas, etc., etc., estarán frotándose las manos esperando la oportunidad que les llegue el dinero a sus manos para lucrarse personalmente. Repito, por ello es que en el contexto neoliberal, la caridad es rentable.
Políticamente, la caridad también es rentable, puesto que la clase política criolla, pretexto de las donaciones no duda en hacer proselitismo político con la botella de agua, el kilo de arroz o la ropa usada; aunque también, el congreso entra en el juego aprobando montos de dinero destinados a la ayuda “humanitaria”, sin ninguna restricción, ningún protocolo a seguir por los congresistas, encargados de distribuir las famosas ayudas. Tal es así que la jefa de la mayoría congresal no solo hace proselitismo político sistemático en el Congreso a través de sus congresistas, también hoy lo hace aprovechando la tragedia del pueblo trujillano, donde, cual “mama noela”, llega con regalos a los damnificados, como quien advirtiéndoles caricaturescamente “hoy por ustedes, los damnificados, el 2021 por mi”. En general, los desastres llamados “naturales”, son utilizados por toda la clase política criolla, incluido muchos autodenominados o disfrazados de izquierda, para ganarse cierta popularidad, esperando obviamente que mas tarde, llegado el momento electoral, esa popularidad se traduzca en votos. Los empresarios, hablo de los llamados “grandes”, igualmente, utilizan los desastres para lavarse la cara y su conciencia, otorgando dádivas, luego de que su vaso (llamado riqueza) se derrama, es decir, luego de llenarse los bolsillos, sus cuentas bancarias, eludiendo y evadiendo impuestos, y lo que es peor, muchos de ellos, explotando a sus trabajadores o conculcándole sus derechos laborales y sociales. Por esta razón, es importante tener cuidado, con las famosas ayudas o donaciones de la empresa privada, no vaya a ser que esas ayudas o esas donaciones, luego sean cobradas con ganancia y todo lo demás. Es decir, le pasen la factura al Estado, en realidad al pueblo. Porque, como ya indicamos en algún lugar, la mentalidad de banquero no te dona ni regala un dólar o un sol si es que no hay garantía de ganancia o de rentabilidad. Guste o no, créanme o no, esa es la lógica del capital, del Estado neo liberal, donde la caridad sí puede ser rentable.
Finalmente, el pueblo recibe por necesidad, más aún en circunstancias como las que les está dejando los desbordes y los huaycos del 2017, los cuales obviamente se podrían evitar, si es que existieran gobernantes, no con mentalidad de banqueros, sino con sensibilidad social y sobre todo con capacidad para planificar la economía. Ya sabemos que a los neoliberales les apesta la planificación, para ellos la palabra es censurada, su uso debe ser prohibida, porque el sacrosanto libre mercado lo puede todo. Un gobierno planificador, como el de Ecuador por ejemplo, no se preocuparía ni utilizaría los instrumentos del Estado, ni instrumentos mediáticos, para promover y otorgar caridad o dádivas, sino por realizar megaproyectos de desarrollo, y entre estos, como soporte, los megaproyectos sociales, vale decir, proyectos de encausamiento de ríos y quebradas. Por ello, los pueblos deben estar plenamente conscientes y claros en que no son las limosnas o la llamada “caridad cristiana”, lo que les va solucionar sus condiciones de pobreza o la situación en la que les deja los desastres, estos sólo constituyen un paliativo o analgésico para el momento; la única solución es que el Estado promueva inversión en megaproyectos sociales y productivos, pero con planificación; sin mentalidad de banquero, ni de ratero.
Escrito: Marzo, mes de huaycos y desbordes

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