Por Sociólogo Avelino
Zamora Lingán
Se han preguntado
alguna vez sobre ¿Cuál es la reacción de la esposa, padres, hijos, cuñados y
demás parientes de un funcionario público, de clase media, cuyo sueldo, por lo general,
es igual o un poco más que el de cualquier otro común y mortal, el mismo que no
puede otorgarle la categoría de “rico”, pero que le es suficiente para vivir
holgadamente; sin embargo, de pronto resulta comprándose fundos, residencias,
carros de último modelo, con abultadas cuentas en los bancos, y además siendo
accionista de grandes empresas? Uno de los temas escasamente o nada tratados
por los analistas es el rol que tiene la familia en el fenómeno de la
corrupción. Al respecto, en el presente comentario intentamos soltar algunas
ideas, a propósito de Nadinne Heredia y Elianne Karp, esposas de los ex
presidentes Humala y Toledo, respectivamente, incluidas en la mega corrupción
de Odebrecht, puesto que según se comenta a estas dos ex primeras damas les
gusta mucho, más de lo normal, el supremo dinero y que por ello, habrían “empujado”
a sus respectivos esposos a corromperse, para darse la “gran vida”.
La conminación de la
esposa a su esposo, quien muchas veces no tiene los ingresos suficientes (aunque
los ingresos nunca van a ser suficientes para cualquier ser humano) o se
encuentra sin trabajo, con la expresión “No me importa de donde saques el
dinero para el diario, para la educación o para los medicamentos de tus hijos”;
el acoso permanente de los hijos al padre para que éste le compre el celular de
última generación; la laptop más avanzada, la moto, bicicleta, etc., etc.;
acaso sugiere la actitud que asume la familia cuando el jefe de familia está
desempleado o ve disminuido su sueldo por el “alza del costo de vida”; no
obstante, de pronto se convierte en funcionario público o en burócrata, por lo
tanto su vida da un considerable giro; pero
no sólo con el “buen” sueldo que puede ganar sino con ingresos provenientes de actos
de corrupción. En este caso, la esposa o los hijos mayores, incluso sus
padres se atreverán a preguntarle, por ejemplo ¿Cómo a hecho para obtener tanto
dinero? ¿Cuál es el negocio? ¿Acaso de pronto le ha empezado a llover millones
de dólares? ¿O es que la plata le está llegando sola? La enorme ambición,
incluso la ansiedad de “progreso familiar”, de satisfacer todas las necesidades,
con todo lo material que la sociedad de consumo ofrece (aunque el ser humano
nunca se da por satisfecho, cuando de cosas materiales se trata) con la
oportunidad de hacer realidad todos los sueños de los hijos, en general con
toda el deseo de cambiar de status económico-social, o de ser “mejor” que los
demás, cabe la duda muy razonable respecto a que la familia jamás planteará tales interrogantes. Al contrario, ésta
se hará la disimulada, “la de la vista gorda”,
los parientes probablemente desarrollarán algún grado de envidia,
algunos lo felicitarán, preguntándose al mismo tiempo ¿Cómo lo hace? ¿Cuál es
el negocio? En fin, nadie en casa se percatará, ni tampoco querrá percatarse cuál
es la fuente de ese dinero, lo fundamental es que “la familia” disfrute, aproveche,
aunque como resultado de ese dinero mal habido, sufran otras personas, sufra el
pueblo. Así es como nacen los corruptos de alto vuelo o de poca monta.
El filme español “El Tránsfuga”,
excelente película, recomendable para entender el rol de la familia en el proceso de corrupción.
Esta película narra la actitud que asume un diputado, precisamente presionado
por su esposa y sus dos hijos, luego que de pronto se da cuenta que con el
ingreso que tenía como diputado ya no alcanzaba para satisfacer todas las
necesidades que hasta ese momento su familia estaba acostumbrada, como por
ejemplo, pagar la mensualidad de la educación de sus hijos, quienes estaban en
los mejores colegios privados; mandar a éstos a pasar vacaciones a otros
países, ir a comer a los mejores restaurantes, realizar reuniones sociales con
los amigos y amigotes, vivir en un lujoso apartamento, pasear en yate, comprar
ropa de las mejores marcas, joyas, etc., etc. Por ello es que un día decide reunir
a su familia para anunciarles que se acabaron las vacaciones de los hijos en
otros países, que éstos deberán estudiar en colegios públicos, nada de
reuniones sociales, tampoco nada de lujos y joyas; incluso, hasta deberán alquilar
su lujoso departamento para ir a vivir a un lugar donde las viviendas sean
menos costosas. En general, lo que el diputado propone a su familia es bajar de
estatus social, es decir, empezar una vida, al igual que cualquier otro común y
mortal de clase media y que tanto la esposa y sus hijos deberían comprender
este giro “hacia abajo” que deberían dar obligados por las circunstancias
económicas.
Cualquiera pensaría
que efectivamente la familia comprendería la situación económica y se
allanarían a los cambios propuestos. Pero no es así. Su esposa pone el grito en
el cielo, se enferma, hasta se quiere suicidar, y se resiste, a que sus hijos
sean matriculados en colegios públicos, a que se les prive de sus vacaciones en
otros países, así como ir a vivir a un barrio menos lujoso, en casa menos
lujosa, etc. Para la esposa del diputado, tal propuesta es como si el mundo se hubiese
venido abajo. Ante esto ¿Qué le queda al diputado? Cierto día, la “oportunidad”
de dejar las cosas tal como estaban dándose hasta antes de su “crisis
económica” no tarda. En el Parlamento se debate un mega-proyecto, sobre el cual
las fuerzas a favor y en contra estaban divididas pero en proporcionas casi
iguales, la diferencia era de uno. Es decir la viabilidad del proyecto dependía
sólo de un voto. Alguien contacta al Diputado y éste empieza por vender
información a una empresa a cambio de unos 65 mil euros; pero lo que a la
empresa más le importa es la decisión que se tome en el parlamento respecto del
proyecto; por lo que ofrece 2 millones de euros a cambio de que el día de la
votación el diputado se ausente, para que así los votos en contra de tal
proyecto no superen la mayoría. Ante esto el diputado se resiste, porque ello
le significaba, primero, ir en contra de
su grupo partidario y segundo, convertirse en un corrupto y además en
tránsfuga, porque con su ausentismo implícitamente apoya a la oposición. Piensa
en las pataletas de su esposa, en sus hijos y finalmente opta por aceptar los
dos millones de euros y así mantener el status socioeconómico que siempre lo
tuvo, aunque con dinero prestado. ¡Así,
por presión familiar, nació el corrupto y el lobista!
Entonces, contrario a
lo que piensan muchos respecto a que un ladrón o corrupto puede ser “vergüenza
para su familia”, de acuerdo a lo que se ha descrito más arriba, todo indicaría
que no es así. Puesto que la familia se haría de la “vista gorda” ante la
abundancia de dinero que el jefe de familia, un alto funcionario público, de
pronto puede ostentar. Aquí se configura una corriente de pensamiento, al igual
que en el caso de la política, “el fin justica los medios”. Es decir el fin de
alguien de clase media es el cambio de estatus socioeconómico hacia arriba, no
hacia abajo. Hacia abajo sería empobrecerse aún más de lo que ya es. Pero el
cambio “hacia arriba significa pasar de la categoría de pobre a la categoría de
rico, sin importar los medios. Éstos pueden ser legales o ilegales, entre éstos
últimos, por ejemplo, corrupción, narcotráfico, sicariato, tráfico humano,
explotación, evasión de impuestos, etc., etc. Lo que importa es el fin. Estos
cambios, también, se conocen como “movilización social”, corriente de
pensamiento que en el Perú fue promovido por Juan Velasco Alvarado a través del
famoso SINAMOS (Sistema Nacional de Movilización Social). Pero,
obviamente, Velasco, difícilmente
hubiese promovido una “movilización” del ciudadano peruano a través de medios
ilegales, tales como la corrupción, robo, injusticia social, concentración de
riqueza; movilización sí, pero, a través, del desarrollo social, de la equidad,
la honradez, del trabajo y de la justicia social. A la movilidad o movilización
social apuntaron sus reformas estructurales, entre éstas la reforma en la
tenencia de la tierra y en el sistema educativo.
Finalmente, cuando
adquirimos una mercancía en el mercado, en la tienda o en el centro comercial nos
fijamos mucho en su calidad, para comprarlo. Si es de mala calidad no la
compramos, aunque ésta sea más económica o más barata. En el sentido estricto
de la definición, el dinero también es una mercancía, por ser un medio de
cambio al igual que las demás, es decir: con la mercancía dinero “compramos
otras mercancías. De aquí surge entonces la pregunta ¿porqué no nos fijamos en la calidad del dinero mercancía dinero?
En este caso, entendiendo por “calidad” al dinero cuya fuente sea legal, que
provenga de actividades lícitas y no de actividades ílicitas. Que provenga de
actividades desarrolladas con esfuerzo, sacrificio, honestidad, equidad, pero
sobre todo con honradez. Y, aquí provoca hacer otra pregunta: ¿Se podrá amasar
fortuna con dinero proveniente de actividades realizadas con honestidad y
honradez? Al menos ¿en un país como el Perú?, estoy seguro que la gran mayoría
respondería que no. Obviamente NO, pero, por lo menos, sí se podría dormir con
la conciencia limpia. ¡Seamos un poco más fiscalizadores de las fuentes del
dinero, no sólo desde las entidades públicas encargadas, también desde la
familia, desde el hogar!! Sería otra manera de parar la corrupción en este país.////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////
Escrito: febrero del 2017